La Carta de la Semana (13/10/2016): DOS “LOCOS” UNIVERSITARIOS


Así se les pudiera describir desde la égida de la actual cultura dominadora: estos dos universitarios “están locos”. Después de concluir uno Arquitectura técnica y un Master en Prevención de Riesgos Laborales y, el otro, Ingeniería Química y el ciclo completo de la Escuela Oficial de Idiomas en inglés, van y se meten a “curas”. Acaso han perdido la cabeza… ¿Cómo es posible que tiren por la borda todo un mundo de posibilidades de brillar socialmente y se contenten sólo con ejercer un ministerio sin prestigio social y que cada vez es menos valorado? ¿Hasta qué grado llega su “locura”? Como se describiría en los mentideros de los jubilados que miran a los jóvenes desde la atalaya de su noble retiro: “Estos chicos de hoy en día no saben lo que quieren…”.

O sí lo saben. Y nos sorprende que para algunos la vida tenga sentido cuando se arriesga en una entrega conquistada por la generosidad. Supongo que ésta será de las pocas referencias mediáticas del acontecimiento de la ordenación de diáconos que tuvo lugar en la Catedral el miércoles 12 de octubre de este año. Dos jóvenes reciben el sacramento del Orden en su grado de diáconos, consagrando su vida al servicio de Cristo y de su Iglesia. Divina locura que sólo los tocados por la grandeza de la fe son capaces de barruntar. Locura de amor y de entrega. Respuesta sencilla a la desproporcionada locura de amor de Dios por sus criaturas.

Mientras una persona sea capaz de ese nivel radical de entrega la humanidad no habrá perdido aún su propia identidad. Y lo llamo “acontecimiento” con toda la carga semántica de la expresión. Porque no es un hecho corriente que carece de incidencia para la mayoría; sino que se trata de un hecho que reclama toda la grandeza de la condición humana y toda la profundidad de la trascendencia. La posibilidad de reconocer que es posible descubrir, con una mirada limpia, que Dios sigue siendo una hipótesis contrastada y verificada en el rostro de quienes le son testigos. Sí, un acontecimiento.

Las huellas de la historia que se enseña y que se estudia están entrelazadas de nombres y fechas. Nombres de hombres y mujeres concretos que han realizado acciones concretas. La mayoría de quienes hacen la historia no dejan huella en los libros ni se nos exige su estudio. Son los agentes reales y tantas veces anónimo que han hecho posible que otros brillen y sean recordados. Sucede como con los cimientos de las catedrales. Lo que brilla es la vidriera o la elegancia de los arcos y los pórticos. Pero en el silencio oculto del subsuelo todo es sostenido por los anónimos cimientos. 

Cosme y Juan Pablo han elegido la parte mejor.

Comentarios

  1. Sorprendente y bella carta, don Juan Pedro. Los jóvenes son muy generosos y se les anima con meta arriesgadas y valiosas...Tomo nota -en mi vieja libreta- de Cosme y
    Juan Pablo, para encomendar que sean fieles a lo que Dios le pida. Que el Señor le guarde, un abrazo.

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