La Carta de la Semana (16/04/2015): "JUSTICIA Y MISERICORDIA"


Nos vuelve a sorprender la foto de dos manos que se estrechan. Dos manos que representan dos países, dos sistemas políticos, dos formas de entender las cosas. El Presidente Obama y el Presidente Raúl Castro se estrechan la mano en la cumbre de Estados americanos como señal del inicio de una nueva manera de gestionar las relaciones de estos dos países después de medio siglo de desencuentro. Luego, una hora de conversación privada. Finalmente, una rueda de prensa. USA y Cuba siguen siendo distintas, diferentes, en muchos aspectos contradictorias, pero este contacto ha transformado la piedra y el palo en la carne de la fraternidad. Es un saldo, de la sospecha y el miedo, al encuentro. Quedan muchos males que corregir, pero el primer paso tiene el interés de poner en marcha dos historias que hasta ahora caminaban solas y aisladas, cuando la humanidad debe tener una sola historia.


Cuántos saltos como éste ha de dar aún la humanidad para que podamos contemplar la paz. La paz es el sueño de Dios, puesta en nuestras manos libres para que podamos, o estrecharla con otros o armarla de piedra y palo.

No nos sorprende el buen hacer previo del Papa Francisco para que se pudiera dar esta escena panameña. Nos ha mostrado, desde el inicio de su pontificado, que la justicia necesita de la misericordia. Que si nos dejamos sorprender por la actitud de Dios con nosotros, automáticamente, nuestras relaciones interpersonales se transforman. Todo un símbolo: mientras el foco de la cámara se dirigía al encuentro de Jefes de Estado de América, él, desde Roma, nos entregaba una bula pontificia convocando un Año Santo extraordinario de la Misericordia.

El rostro de la misericordia tiene la belleza de la justicia. La actitud misericordiosa tiene rostro y tiene nombre. Hemos sido pensados a su imagen y semejanza. Nada hay, pues, tan humano, como reconocernos invitados a romper los palos y dejar las piedras, para abrazar al diferente. Sólo la persona es capaz de comunicación. Y para ese coloquio se necesita tanta justicia como misericordia.

Nos vuelve a sorprender el Papa.

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