Desde la Palabra (04/01/2015): “SANTO Y FUENTE DE SANTIDAD”


A esta altura del Ciclo de Navidad, podríamos mirar atrás y ver que ya hemos conmemorado los acontecimientos más significativos: Nos preparamos durante cuatro domingos de Adviento, celebramos el Nacimiento de Jesús (25 de diciembre), celebramos el Domingo de la Sagrada Familia (28 de diciembre) y la Solemnidad de Santa María, la Madre de Dios (1 de enero). Nos quedan dos celebraciones muy especiales, la Fiesta de la Epifanía (6 de enero) y el Bautismo del Señor (13 de enero-próximo). Y, en medio de todo este abanico de fiestas preciosas que tocan los momentos más especiales de la infancia de Jesús, entra este domingo como desabrido. Y nos podemos preguntar ¿qué celebramos hoy? Y nos sorprenderá que no celebremos nada especial, porque celebramos toda la Navidad desde una perspectiva personal. Por eso, mirando lo que nos ha ocurrido a cada uno de nosotros con el nacimiento de Cristo, podríamos titular este domingo II de Navidad como la contemplación del “Santo y fuente de nuestra santificación”. La santidad.

El año pasado tuvimos la oportunidad de reflexionar sobre la santidad. El Papa canonizó al P. Anchieta; vimos como canonizaba a San Juan Pablo II y beatificaba a Pablo VI. La santidad a la que todos estamos llamados, porque “de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracias”. A esto estábamos todos destinados. Dios había pensado en un pueblo santo, en una nación santa. Y para enriquecernos con su santidad, el Verbo eterno del Padre se hizo hombre, naciendo de María. Virgen. El Santo de los santos, el tres veces Santo, puso su tienda de Sabiduría y verdad en nuestra tierra. La Sabiduría ha elegido una casa, y esa casa somos nosotros. Su Santidad ha llegado hasta nosotros con la intención de hacer de cada uno de nosotros santos e irreprochables ante Él por el amor. Estamos llamados a la santidad. Todos los bautizados estamos llamados a la santidad. Cada uno según su condición y personal vocación, pero todos estamos llamados a la santidad. Si no tomamos en serio esta verdad profunda, la Navidad celebrada no habrá tenido el eco esperado por el corazón del Padre. Tenemos que querer ser santos.

Me podrá decir alguno, o tentados de pensarlo estamos todos: pero, padre, yo con mi situación personal, con mis dificultades, yo con lo pecador y débil que soy, ¿cómo voy a ser santo? Eso es para gente especial. ¿Cómo voy yo a ser santo?

De este discurso, que no es sino una tentación diabólica terrible, debemos huir como del agua caliente. Fuera ese pensamiento. Apartamos esa mala idea. Nadie te diga, y tú no te lo creas, que no puedes ser santo. Si la cosa dependiera sólo de nosotros, entonces está claro que no podríamos. Pero es que la santidad depende, sobre todo, de la gracia de Dios. Es Dios el que es Santo, y es Él la fuente de toda santidad. Deja entrar la gracia de Dios en tu vida, deja que la gracia y la verdad presidan tu vida, y la santidad surgirá como un fruto rico de temporada. Pero hay que dejar actuar a la gracia de Dios. No debemos estorbar a la gracia de Dios en nosotros.

Dios buscándonos, ofreciéndose, dándose… La gracia a nuestro alcance, a la mano, accesible…, y nosotros diciendo “eso es poro otros, eso no es para mí, yo no puedo…”. Está a la mano. Porque Dios se ha dejado tocar acercándose, plantando su tienda en medio de la Iglesia que es, para todos los hombres, sacramento universal de salvación. Somos miembros de la Iglesia por el bautismo, y la Iglesia es Santa. Cuanto más y mejor miembro de la Iglesia seamos, más santos seremos. Es fácil. No hay más que hacerle caso a Jesús. Dejar que la gracia actúe. Amar y servir en todo a nuestro Dios y Señor. ¿Verdad que no es difícil?

Señor Jesús, Verbo Eterno del Padre que te has hecho carne por obra del Espíritu Santo, y has venido a nosotros a través del sí de María, tu Madre y nuestra Madre; míranos como estamos, llenos de miedos y cobardías y santifícanos con tu gracia en esta Eucaristía. Tú solo eres Santo, y fuente de Santidad. No permitas que nos disculpemos u obstaculicemos tu obra santificadora en nosotros. 

Santa María, Santísima Madre de Dios y Madre nuestra. Ruega por nosotros.

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