Desde la Palabra (21/12/2014) IV Adviento (B): “TODO ESTÁ YA PREPARADO”


Volvemos a mirar a Nazaret y a escuchar la voz del ángel en este IV domingo de adviento. Todo está preparado para la fiesta de Navidad. Aquella a la que saludó el Ángel como “llena de gracia” está a punto de dar a luz. Y nosotros nos queremos disponer a celebrar con la alegría cristiana a la que nos ha ido invitando el adviento. Todo está preparado ya.

Y, de repente, suena la voz del profeta: “¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella?”. ¿Quién prepara a quién? Y caemos en la cuenta de la centralidad de Dios en nuestra vida. En toda nuestra vida. Y caemos en la cuenta de que sin Él nada está preparado. Y nos sorprendemos de haber estado poniendo camino a la llegada del Reino y, tal vez, haber olvidado al Rey que viene. El Señor llega con su salvación y su presencia es nuestra preparación. Sin Él no estaremos preparados para nada. Es a Él a quien debemos dejar pasar a los rincones oscuros de nuestra vida.

Un ejemplo que nos puede ayudar: Imaginamos una casa y en ella todos afanados por preparar una cena de bienvenida, de acogida, a un hijo que lleva dos años fuera, estudiando y trabajando en el extranjero y que, después de todo este tiempo, por primera vez, regresa para pasar unos días de vacaciones con su familia. Todos afanados preparando cosas: unos preparándole la habitación, otros en la cocina, preparando lo mejor que se le ha ocurrido. Llevan todo el día en ello. Y a la tarde se paran y dicen: “Ya está todo preparado”. ¿Y ahora qué? ¿Qué falta ahora? Pues el motivo de la preparación, la llegada del muchacho.

El IV domingo de Adviento pudiera tener esa traducción: “Ya está todo preparado”. ¿Y ahora qué? Pues ahora toca mirar y esperar la llegada del que prometió estar con nosotros todos los días, aquel que viene en el nombre del Señor. Ahora queda lo mejor, el motivo por el que hemos recorrido paso a paso estos cuatro domingos, vela a vela, despertando en nosotros el deseo, la alegría, la esperanza, de la mano de los profetas, de Juan el Bautista, de María… Ahora toca abrir el corazón. Porque no podrá venir a nosotros si nos encuentra con el corazón cerrado.

Imaginen que aquella familia, en medio del ajetreo y las carreras por tener todo preparado, no hubieran tenido el sosiego y la alerta suficiente para escuchar si alguien tocaba a la puerta. Unos en la habitación, otros en la cocina, otros en el comedor… y, ¿quién estaba en la puerta atento por si llamaba el que iba a venir? Lo hemos preparado todo, pero ¿hemos estado atentos al Señor por si tocaba en casa?

Oídos atentos, ojos atentos, corazones atentos. Va a llegar el Señor.

Señor Jesús. Aquí nos tienes con este encendido deseo de que llegues. Queremos esperarte a la puerta de nuestra vida para darte el debido abrazo de bienvenida. Espíritu Santo del Padre y del Hijo, mantennos despiertos, atentos, preparados. Que las ocupaciones y los desvelos de la vida no nos despisten de lo importante. Eres lo importante. Tú eres lo importante.

Santa María del Adviento. Ruega por nosotros.

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