Desde la Palabra (02/11/2014): “NO LO OLVIDEN…”


El domingo pasado contemplábamos el misterio de la compasión de Dios. “Yo soy compasivo”, nos decía en la Palabra. Al conmemorar hoy a los fieles difuntos nos lo repite: “Pero hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza: que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión…”. La compasión de Dios salta hasta la vida eterna. La muerte no puede vencer y agotar la compasión de Dios. Porque la misma muerte fue vencida por el que murió en la Cruz.

Por ello, “(…) mi alma espera en el Señor”. Si morimos con Cristo, “(…) esperamos resucitar con él”. Vivir con Cristo y morir con Cristo. Morir con quien hemos vivido. Vivir con él hasta el final. Vivir y morir con Cristo. Este es el secreto que los cristianos tenemos y comunicamos. Este es el motivo profundo de nuestra esperanza. Sabemos lo que esperamos. “No perdáis la calma: creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias, y me voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros.”. No queremos ignorar esta profunda verdad que hemos conocido de labios de Jesús, nuestro Señor.

Empapados en esta esperanza rezamos por los difuntos, por quienes han muerto. Pedimos por ellos. Pedimos que Dios los reciba en su casa, en la que Jesús les ha preparado sitio. Intercedemos por ellos, para que el Señor tenga piedad y perdones sus pecados, redima sus errores, y su compasión nos alcance también a nosotros. Este en el contenido de este domingo: pedir a Dios por los fieles difuntos, celebrar la eucaristía por todos los fieles difuntos. Y hacerlo desde la esperanza, desde la confianza en la compasión de Jesús, que no termina, que no se agota, que no se gasta, que es infinita, que es eterna.

Hermanos: “Morir tenemos, no lo olvidemos”. Así repetía el Santo Hermano Pedro por las calles de Guatemala haciendo sonar la campanilla. No olvidemos que la muerte está en nuestro horizonte. Y todos, en un momento o en otro, de una manera o de otra, todos pasaremos por esa puerta. No lo olvidemos. No vivamos como si nunca fuéramos a morir. Relativicemos el valor de las cosas. ¿Qué piensa en su corazón un hombre o una mujer que acumula riqueza, a veces a fuerza de corrupciones y pelotazos, para tener una cuenta bancaria tan llena que no podrá gastarla aunque dure 300 años? ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si malogra su vida? No podemos vivir olvidando la muerte, porque viviéremos mal, nos equivocaremos, nos despistaremos de lo importante, de lo fundamental…

No hay más vida terrena que esta que estamos viviendo. No podemos rescatar los años vividos del pasado que ya ha pasado. Nos queda el presente abriendo un futuro que esperamos alcance hasta la vida eterna. Pero al Reino de los Cielos se llega con el esfuerzo de una vida verdadera, de una vida buena, de una vida cristiana… No perdamos el tiempo. No olvidemos lo importante. No nos despistemos de lo que tiene valor, encandilados por lo que sólo tiene precio. No lo olviden…

Señor Jesús, compasivo y misericordioso hijo del Padre; ayúdanos a ser agradecidos contigo, que nos has preparado sitio en la casa del Padre. Ese sitio es nuestro mayor tesoro y no lo queremos perder. Hoy te pedimos por nuestros familiares y amigos, por nuestros hermanos cristianos que ya han muerto: acógelos con compasión; perdona sus pecados y introdúcelos en el gozo de tu corazón de amigo, en el corazón de la Trinidad Santa. Jesús, danos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato.

SANTA MARÍA, AUXILIO DE LOS CRISTIANOS, Y REINA Y CORONA NUESTRA, RUEGA POR NOSOTROS.

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