Desde la Palabra (26/10/2014): “YO SOY COMPASIVO”


¡Cuántas veces no le hemos preguntado a Dios ¿qué quieres de mí?! Nosotros y toda la humanidad cuando ha descubierto la existencia de Dios… ¿Qué nos pide Dios? ¿Cómo hemos de obrar? ¿Qué está bien y qué está mal? ¿Qué hacer y qué evitar?

Nosotros mismos nos sentimos impelidos de conocer el bien y hacerlo. Porque la conciencia, esa voz interior que exige el bien a nuestra libertad, necesita ser la reina de nuestra vida. Sabemos que hemos de hacer el bien. Sabemos que hacer el bien es lo que Dios quiere. Su voluntad, su ley, sus mandamientos…

Pero, ¿cómo conocer la voluntad de Dios? Hoy la Palabra nos invita a contemplar a Dios, conocerle a Él para descubrir en su obrar el criterio de nuestro obrar. La regla del bien no somos nosotros, es Dios, vivo y verdadero, que nos ha amado en Cristo. Él es el criterio ético. El Evangelio es nuestra norma. ¿Cómo es Dios?

La primera lectura nos lo define con una claridad meridiana: “(…) yo soy compasivo” (Ex, 22). Todas las normas y mandamientos que se establecen y que comprometen la vida social del pueblo hebreo surgen de esa identidad divina. Dios es compasivo. Por eso nosotros hemos de tener compasión de la viuda, del pobre, del huérfano… ¿Qué hemos de hacer? Debemos obrar como obra Dios. Debemos hacer con los demás como Dios hace con nosotros.

El mismo salmo insiste en esta idea: “(…) tuviste misericordia de tu Ungido” (Sal 17) Dios es compasivo y misericordioso. ¿Qué otra cosa podemos nosotros hacer?

Por eso, cuando le preguntan a Jesús por ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley? (Mt 22) la respuesta es clara: “Amarás al Señor tu Dios y al prójimo como a ti mismo”. Estos mandamientos son el resumen de la Ley y los Profetas. Porque estos mandamientos definen a Dios. La misericordia de Dios ha de ser la escuela de nuestra vida social. La compasión de Dios ha de ser el taller en el que se forja nuestra conducta.

Les propongo, hermanos, tres niveles de compasión:

1.- Compasivos con nuestros pensamientos. Ahí, en nuestro pensamiento y sentimiento comienza todo. Pensar con compasión del hermano. No juzgarles en nuestro interior. Amar desde nuestro pensamiento. No despreciar a nadie en nuestro interior.

2.- Compasivos con nuestras palabras. No hablar mal de nadie. No criticar a nadie. No derramar vinagre a nuestro alrededor ensuciando la fama del hermano. Ser compasivo e invitar a la compasión. Que nuestras palabras sean aceite para que gire sin ruido la vida de nuestros hermanos.

3.- Compasivos con nuestras acciones. En lo que hacemos, en cómo lo hacemos. En lo que ayudamos a los demás, en cómo los ayudamos. Una compasión en la cabeza, en el corazón, en los labios y, sobre todo, una compasión en nuestras manos: una compasión operativa.

Señor Jesús. Enséñanos a pensar, hablar y actuar como tú. Danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana. Inspíranos el gesto oportuno ante el hermano necesitado. No nos dejes ser crueles y ahogar en fría justicia y crítica despiadada la vida doliente de nuestros hermanos. Ayúdanos a ser disponibles ante quien se siente explotado y deprimido.

SANTA MARÍA, MADRE Y REINA DE MISERICORDIA. RUEGA POR NOSOTROS.

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