QUINARIO - Quinto día: "RENOVADOS Y ENRIQUECIDOS"


Lo hemos escuchado el primer día. Lo volvemos a escuchar este último día. “Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso...”. “Ahora mismo...”. Así nos dice el Papa. Renovar el encuentro personal con Cristo ahora mismo. Ya. No hay tiempo que perder. Tomar la decisión de dejarse encontrar por Cristo. De intentarlo cada día. El Papa parece que tiene prisa. Hay prisa. El tiempo oportuno es “ahora mismo”. Ya.

Ayer le pedíamos al Cristo de La Laguna que nos librara de la terrible tentación de la indiferencia. Porque no da igual una cosa que otra. Hoy queremos pedirle que no nos contentemos con una vida cristiana regular. Una tibia vida cristina. Las fiestas del Cristo nos han de ayudar a renovar nuestra vida de fe, nuestro encuentro con Él. Y no da igual que ese encuentro, o al menos que nuestra decisión, sea ahora que sea mañana, el próximo año, más tarde. No es igual.

En muchos momentos del Evangelio Jesús manifiesta prisa. Los apóstoles se admiraban de que subiera a Jerusalén con prisa. En un momento incluso lo dice explícitamente: “He venido a traer fuego a la tierra y, ojalá estuviera ya ardiendo”. La prisa de Jesús. Al comienzo de la Cena pascual les dice que había deseado ardientemente aquella comida. Deseo, ardor, prisa... La prisa de Jesús. Y en el momento definitivo de su entrega proclama “ahora es glorificado el Hijo del Hombre...” Ya, todo está cumplido”. La prisa por cumplir su misión.

Hay situaciones en las que la prisa es nuestro enemigo. Nos puede llevar a hacer las cosas sin atención y cuidado, de manera superficial. Pero hay otras ocasiones –y renovar nuestra vida cristiana es una de ellas- en donde la prisa es fruto del amor. Ahora, hermanos, ahora... Ahora es nuestro momento. Hay prisa para responder a nuestra vocación. Es urgente. Urge. No lo dejemos pasar. Renovemos nuestro encuentro con Jesús ahora mismo...

Los responsables diocesanos de la acción pastoral nos suelen decir con frecuencia que, aunque todo es importante, hay aspectos urgentes, prioritarios... Con el discernimiento de lo prioritario, del ahora y aquí, se diseña el Proyecto Diocesano de Pastoral. Cualquier programa o proyecto. Hace 14 años, en el entorno del Año Jubilar con ocasión del año 2000, Juan Pablo II, san Juan Pablo ya, hizo una afirmación que quiero recordar. Los números 30 y 31 de la Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte nos ofrecen las perspectivas fundamentales al respecto:

“30. En primer lugar, no dudo en decir que la perspectiva en la que debe situarse el camino pastoral es el de la santidad. (…) Terminado el Jubileo, empieza de nuevo el camino ordinario, pero hacer hincapié en la santidad es más que nunca una urgencia pastoral. Conviene además descubrir en todo su valor programático el capítulo V de la Constitución dogmática Lumen gentium sobre la Iglesia, dedicado a la «vocación universal a la santidad». (…) Pero el don se plasma a su vez en un compromiso que ha de dirigir toda la vida cristiana: «Ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación» (1 Ts 4,3). Es un compromiso que no afecta sólo a algunos cristianos: «Todos los cristianos, de cualquier clase o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor ». 31. Recordar esta verdad elemental, poniéndola como fundamento de la programación pastoral que nos atañe al inicio del nuevo milenio, podría parecer, en un primer momento, algo poco práctico. ¿Acaso se puede « programar » la santidad? ¿Qué puede significar esta palabra en la lógica de un plan pastoral? En realidad, poner la programación pastoral bajo el signo de la santidad es una opción llena de consecuencias. Significa expresar la convicción de que, si el Bautismo es una verdadera entrada en la santidad de Dios por medio de la inserción en Cristo y la inhabitación de su Espíritu, sería un contrasentido contentarse con una vida mediocre, vivida según una ética minimalista y una religiosidad superficial. (…) Pero también es evidente que los caminos de la santidad son personales y exigen una pedagogía de la santidad verdadera y propia, que sea capaz de adaptarse a los ritmos de cada persona. Esta pedagogía debe enriquecer la propuesta dirigida a todos con las formas tradicionales de ayuda personal y de grupo, y con las formas más recientes ofrecidas en las asociaciones y en los movimientos reconocidos por la Iglesia.” Juan Pablo II, Novo millennio Ineunte, nn 30-31.

Urgencia pastoral. Hablaba el Papa. Urgencia pastoral. En la misma línea nos dice el Papa Francisco que ya, que es necesario ahora ya, un encuentro personal con Cristo que nos renueve personalmente para alcanzar la renovación que necesita la Iglesia.

¿Cómo encontrar a Cristo? Esa es la cuestión urgente y pastoral? ¿Cómo alcanzar al Señor? ¿Cómo, de qué manera podemos dejarnos encontrar por Él? Hemos de colocar el Programa Pastoral de nuestra Iglesia bajo la prioridad de la Santidad. ¿Cuáles son los medios de santificación? ¿Cómo encontrarnos con Cristo?

1.- La Gracia. Sacramentos. Es lo primero. Porque la iniciativa es de Dios en Cristo. No seremos una Iglesia que muestra los caminos de la gracia de Dios si no somos nosotros hijos de la gracia. Nos paraliza ser prófugos de los sacramentos. Vivir al mínimo, de lo mínimo. ¿Cuándo fue la última vez que recibimos el perdón de nuestros pecados? ¿Cuánto tiempo hace que no renovamos nuestra vida de gracia? No nos contentemos con ser cristianos que “ni roban ni matan”. Eso basta para ser ciudadanos, buenos vecinos. Para ser cristianos hace falta algo más. Hace falta tomarnos en serio la vida de gracia; la mistad con Jesucristo y la comunión con Él. La iniciativa es suya, claro que sí; pero hace falta ponernos a tiro de la gracia. Claro que es el sol quien broncea; pero si no salimos de casa y cuando lo hacemos estamos untados en un protector solar muy fuerte, el sol no nos broncea. Dios no hace nada contra nosotros, al margen de nosotros. La gracia del perdón... Y la gracia de su presencia eucarística celebrada, participada, ofrecida, reiterada... Antes oíamos decir de cristianos de comunión frecuente. Frecuentar la comunión, la eucaristía. Buscar su presencia en el sagrario y estar con Él. Jesús lo dice: “Sin mí no podéis hacer nada”. Sin la gracia de Jesús el encuentro renovador que nos pide el Papa no es posible. La santidad necesita al Santo. “Santo eres Señor, fuente de toda santidad...”. ¡Cómo cambiaría nuestra diócesis si nos confesáramos con frecuencia! ¡Cómo se renovarían nuestras comunidades cristianas si viviéramos atentos a nuestra vida de gracia!

2.- La Oración. Palabra. Otro medio de renovación es la oración. Hacer silencio para escuchar a Jesús. Buscar diariamente un tiempo para estar con Él. Personal y comunitariamente. Para escuchar su Palabra y conversar con Él. Las parejas se pueden conocer a través de la red, sí; pero hace falta el encuentro personal, la conversación cara a cara para que podamos decir que nos hemos encontrado con alguien. Sin oración no hay encuentro con Cristo. No es posible. Buscar momentos fuertes como los ejercicios espirituales, una convivencia, un día de retiro..., y buscar momentos de constancia: en casa, a solas, un ratito al día, una visita al santísimo en la parroquia... Una hora de la Liturgia de las horas, el rosario paseando... Si no es así, nos decoraremos, nos restauraremos como un edificio antiguo, pero seguiremos siendo antiguos. Renovar la vida cristiana necesita espíritu de oración.

3.- La mortificación. Espíritu de entrega. Que se concreta en un personal proyecto de vida. Saber que hemos de hacer para hacerlo con fidelidad. Buscar hacer las cosas bien y buscar ayuda. Mis queridos hermanos, nos hace falta un director espiritual a todos. La dirección espiritual, el acompañamiento espiritual es una necesidad del discipulado. Para ello los sacerdotes debemos estar disponibles, y los fieles diligentes. No es posible que crezcamos en la vida cristiana si no buscamos ayuda, si no ponemos nuestro proyecto personal de vida, con sincero deseo de crecer, ante el servicio de la “guía de la comunidad”. ¡Cuántas cosas hacemos los sacerdotes! Pero no olvidemos que somos ministros de los sacramentos y guías de la comunidad... Hay prioridades, hay urgencias. La santidad del Pueblo de Dios es una urgencia pastoral.

Un cristiano que quiere crecer en amistad con Cristo sabe que si el mortificado esfuerzo de fidelidad, poco avance habrá. Desear encontrarnos con Cristo.

4.- El amor al prójimo. Fundamental. “Sabrán que sois discípulos míos, si os amáis lo unos a los otros”. En pocos momentos Jesús fue tan elocuente. El amor nos identifica. El amor fraterno nos define. Porque Jesús ha querido estar en el hermano. No es posible amarle a Él al margen del otro. No cabe una espiritualidad que no pase por el amor al prójimo. Esto es muy importante.

Señor, Jesús, Cristo de La Laguna; aquí volvemos a contante nuestros agobios y penas, nuestros deseos y anhelos. Venimos hasta tus plantas con la prisa de encontrarnos contigo. Ven tú a nosotros.

“Ese es mi gozo, hijo mío: encontrarme con los hijos de los hombres. Venid a mí, los que estáis cansados y agobiados; venid a mí, que soy rico en misericordia. No tengan miedo al perdón y la misericordia que el Padre les quiere conceder. No tengan miedo al perdón. Quiero ser tu amigo y eso es tu santidad y tu vida. Quiero ser tu fuerza, y eso es la gracia del Espíritu. Déjame entrar en tu vida. Quiero ser tu libertad”

Santa María, Madre y Señora Nuestra. Ruega por nosotros.

Comentarios

  1. Soy Miguel (de Sto. Domingo). Muchísimas gracias por colgar todas sus homilías del Quinario en su blog. Por desgracia me fue imposible ir a dos de las Misas, pero tengo íntegro el contenido de las homilías. ¡¡Muchas gracias por compartirlas con nosotros!!

    Me he leído todo el blog y le felicito por él.

    Y reitero lo dicho: ¡¡Gracias por compartir, por dar esperanza, por ser persona (y no solamente cristiano)!!

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