DESDE LA PALABRA (17/08/2014) - DOMINGO XX: "ESTAR ATENTOS"


Hemos escuchado en las lecturas de este domingo que Israel, el pueblo elegido por Dios en Abraham, liberado de Egipto por Moisés, acompañado por los profetas hasta la venida de Jesús, es el pueblo de la promesa. Pero no acogieron a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios. Eran bendición de Dios para todas las naciones de la tierra, y se han quedado al margen de esa salvación que nació en su seno gracias al misterio de la Encarnación. San Juan, el evangelista, en el prólogo de su evangelio, nos recuerda que “vino a los suyos, y los suyos no le recibieron…”. Eso ha ocurrido. Nuestros padres en la fe, no acogieron a Jesús. Y el apóstol Pablo, en la segunda lectura de hoy, sabe que la misericordia de Dios también les está reservada, pues Dios nos ha colocado a todos en rebeldía para tener misericordia de todos.

Vino a los suyos…, y éstos no le recibieron. Pero a cuentos le recibieron les dio poder y salvación. Eso se entiende muy bien en la escena del evangelio de Mateo que se proclamó. He venido a buscar las ovejas descarriadas de Israel, y no está bien tirar fuera de la mesa el pan de los hijos. Pero la fe de la extranjera, de la cananea, hizo posible el milagro de Jesús. Es la fe y no la sangre ni la carne la que nos incorpora al pueblo santo de Dios. Es la gracia del bautismo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, la que nos ofrece el camino de la salvación.

Vino a los suyos y estos no le recibieron. ¿Esto hace referencia a nosotros de alguna manera? ¿Podemos sentirnos interpelados, de alguna forma, por esta llamada de Jesús? ¿Qué podemos aprender de la actitud de Israel?

Hemos de estar atentos y aceptar los caminos de Jesús, que son los suyos. A veces pretendemos que Dios actúe a nuestra manera. Nos gustaría poder dominar a Dios, controlar su forma de actuar. Y nos molestamos, nos violentamos, perdemos la alegría cuando vemos que las cosas ocurren no como nosotros pretendíamos o suponíamos que debían suceder. Nos cuesta reconocer que Dios tiene sus caminos.

El domingo pasado nos invitaba Jesús al silencio y la oración. A estar con Él, en la escucha y la obediencia… Este domingo nos invita a estar atentos a sus caminos. No podemos controlar a Dios. No debemos pretender controlar a Dios. Al que ama a Dios todo le sirve para el bien. Y, aunque no lo entendamos ni nos parezca lo adecuado, Dios va obrando en nuestro obrar, haciendo presente su salvación de una manera misteriosa que respeta nuestra libertad pero que gana la batalla y derrama su salvación a su manera.

Estemos atentos, hermanos. Disponibles a su voluntad.

Preguntemos muchas veces al Señor ¿cuáles son tus caminos? ¿Qué quieres que haga? ¿Qué me pides? ¿Qué me exiges? Estar atentos al Señor es una tarea muy importante en nuestra espiritualidad. No se trata de que Dios haga nuestra voluntad; se trata de que nosotros hagamos la voluntad de Dios. Sus caminos son sus caminos. Y nosotros queremos caminar por ellos. Andar a su ritmo y por sus caminos.

“Mujer, qué grande es tu fe…”. Qué elogio de Jesús. Pidamos al Señor en esta celebración que nos conceda una fe grande. Una fe grande es un amor total a Él y a su voluntad. Una fe grande es vivir atento a sus caminos, aunque no sean como nosotros quisiéramos que fueran. 

Santa María, Madre de la disponibilidad a la voluntad de Dios. Ruega por nosotros.

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