DESDE LA PALABRA (27/07/2014) - DOMINGO XVII: "DISCERNIR"


“Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien…”, le pedía Salomón a Dios en aquel sueño extraordinario en el que Dios le había hecho una oferta extraordinaria: “Pídeme lo que quieras”. Podía pedir lo que quisiera y pide sólo discernimiento. La capacidad de distinguir el bien del mal.

La capacidad de descubrir el bien y no dejarnos aturdir por los atractivos y ruidos del mal. La capacidad, como repetíamos en el Salmo responsorial de “amar la voluntad de Dios”. Quien ama a Dios y le da su vida encuentra este tesoro. Por el que vale la pena venderlo, perderlo, todo por conquistarlo, por adquirirlo. Discernimiento para distinguir las perlas, para seleccionar los peces de la red, para hacer como el padre de familia que saca lo viejo y lo nuevo según le hace falta, según necesita.

El don de discernir. La capacidad de discernir. La docilidad de corazón, para amar la voluntad de Dios y llevarla a cabo. Este es el mensaje central de la liturgia de la Palabra de este domingo: “Dame Señor el don de discernir, la docilidad de corazón, para cumplir siempre tu voluntad”.
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Las personas humanas lo somos precisamente porque podemos tomar decisiones. Podemos decidir hacer o dejar de hacer algo; decir o dejar de decir algo. La libertad nos compromete y, en ocasiones dudamos sobre lo que debemos hacer. En ocasiones nos cuesta tomar decisiones. Una veces porque nos puede el respeto humano, la vergüenza, el qué dirán… Otras porque tememos las reacciones de otros y nos paralizamos y no decidimos. En estos casos no se trata de dudas, sino de temores. Pero lo más difícil es no saber qué hacer. Cuando no tenemos claro qué debemos hacer. Entonces necesitamos discernir. Necesitamos el don del discernimiento. Podemos pedir consejo a alguien que tenga mayor experiencia que nosotros, y es bueno; pero la decisión siempre será de cada uno de nosotros. Este es el riesgo de ser humanos: de ser libres.
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Dios no nos deja solos en esta tarea. Nuestra libertad está pensada por Dios. Dios nos ha creado para la libertad. Y Él no abandona la obra de sus manos. No nos sustituye, no nos evita el riesgo de decidir, pero nos acompaña y sostiene. No nos deja solos. De la misma manera que no abandonó a Salomón y le concedió el don de un corazón dócil, el don del discernimiento. ¿Contamos con Dios en nuestras decisiones? ¿Tenemos en cuenta su voluntad cuando hemos de tomar una decisión? ¿Desde qué criterios decidimos?
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¿Y qué quiere Dios? ¿Cómo quiere Dios que obremos?

Descubrir la respuesta a esta pregunta es un tesoro. Es una perla. Es el regalo que produce la alegría en el corazón.

Lo que Dios quiere nos lo ha revelado en Jesús, su Hijo y Señor Nuestro. Cuanto dijo y está contenido en el Evangelio, cuanto hizo y está descrito en el Evangelio, es para nosotros criterio de decisión. Criterio de discernimiento. Encontrar a Cristo es encontrar la verdad de la voluntad de Dios. Dios quiere que hagamos de la misma manera que hizo Cristo.

Su voluntad es el bien de la persona. El bien de su vida. La voluntad de Dios no es tristeza humana. Se equivocan quienes piensan que a Dios le gusta que vivamos en la tragedia y tristeza de la vida. Jesús es la Salvación. Salvar, elevar, sostener, cuidar, alegrar… es la obra de Jesús, es la voluntad de Dios.
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Unos consejos:
1.- Estate atento al evangelio.
2.- Pide siempre el don del discernimiento.
3.- No temas corregirte si te has equivocado.
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En la Iglesia tenemos un don secreto, una medio extraordinario para que nos ayude en esta búsqueda de la voluntad de Dios. La Virgen María, la Madre de Jesús y Madre nuestra. Ella fue una mujer pendiente de la voluntad de Dios y sabe interceder por nosotros, para que Dios nos conceda siempre un corazón dócil, una capacidad de distinguir el mal del bien, de descubrir lo conveniente, lo oportuno… Que la Virgen nos ayude. Amén.

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