La Carta de la Semana (19/12/2013): "LA SOLIDARIDAD NO HACE RUIDO"

¡Que verdad tan verdadera! Así oía, de pequeño, la jocosa forma de subrayar que las cosas claras son claras, y la verdad verdad, para quién tiene los ojos encima de la nariz y ve sin prejuicios las cosas que van pasando ante su cara.

La caridad, ese amor oblativo y gratuito por el que somos amados y amamos a las personas tal como son, es la forma más excelente de la solidaridad que, aunque huyamos de la verdad de su significado, no es otra cosa que cargar sobre lo propios hombros el peso que soportan los demás con menos fuerza o menos recursos.

Y qué bien lo dijo el de Tarso, cuando definía la caridad como discreta, sin ruido, humilde, amiga del bien y lejana al autorreconocimiento fácil. Eso que Pablo le decía a los primeros cristianos de Corinto, nuestra gente mayor lo parafrasea de una manera estupenda: "Haz el bien y no mires a quién" o, sacando el dicho del crudo evangelio vivido, "que tu mano derecha no sepa lo que hace tu izquierda".

Asistimos al espectáculo de la solidaridad. A la difusión mediática de la realización de un acto solidario. El ruido en la solidaridad sonora me hace sospechar; lo siento. Aún siendo consciente de que el reconocimiento es un deber de gratitud. Pero el bien no hace ruido por respecto a quién lo recibió. No hace ruido si busca el bien del otro y no el propio. Es una brisa que alivia, un susurro que tranquiliza o una caricia de sosiega. Pasó haciendo el bien, como una lluvia de verano.

Es necesario mantener los ojos abiertos y mirar con espíritu crítico. Es necesario ser autocríticos, en primer lugar; pero también no nos podemos abobar con el sonoro discurso grandilocuente de una solidad programada y retransmitida ante la que nos debemos preguntar quiénes se benefician y en qué cantidad lo hacen; quiénes se lucran y de qué modo lo consiguen. 

La palabra da para muchos usos y abusos. Para hacer una cena de directivos no es necesario esconder el derroche bajo una forma pseudo-solidaria. Mejor hacerlo de otro modo, sin hacer ruido y le quitándole la etiqueta de la empresa al regalo solidario.

La mayor solidaridad la contemplaremos pronto envuelta en pañales y acostada en un pesebre. Ni los pastores ni los magos hicieron ruido. Mucho menos su madre. El silencio de su padre fue el más elocuente. El ruido sólo se le permitió a los ángeles y sólo para cantar "la gloria de Dios".

Juan Pedro Rivero González
Rector del Seminario.
@juanpedrorivero

Comentarios