LA CIENCIA, LA TÉCNICA Y LA ÉTICA


¿Posee la ciencia la garantía de su propia moralidad? ¿Los avances científicos y técnicos tienen garantizada de antemano su bondad ética? ¿Tiene la ética el derecho o el deber de juzgar las aportaciones de la ciencia y de la técnica? De un modo más sencillo: ¿Estamos autorizados moralmente a hacer todo lo que se puede técnicamente realizar?

Estas preguntas no son ociosas. Planteárselas seriamente es una señal de madurez personal y social. Quien es capaz de reflexionar sobre la jerarquía de valores da muestra de sabiduría y de sensatez. La bondad de los fines no garantiza por sí misma la bondad de los medios elegidos para conseguirlos.

Esto viene a cuenta del estudio internacional “Actitudes hacia la Ciencia”, presentado recientemente por la Fundación BBVA, del que recientemente ha dado cuenta la prensa, en este pasado mes de julio de 2012. De ese estudio hay una pregunta que resulta especialmente interesante: “¿Debería la ética poner límites a los avances científicos?”

Pues bien, las opiniones son un tanto dispares. Los ciudadanos de Dinamarca, Austria, Alemania, República Checa, Francia, Polonia y Reino Unido han respondido en su mayoría de modo afirmativo. En esa línea se colocan también los Estados Unidos de América. En cambio, entre los que se oponen a tales límites éticos sobresalen los Países Bajos y España.

¿A qué se deben esas diferencias? Los que abogan por un control ético a la ciencia y a la técnica, podrían pensar en los crímenes que en el pasado siglo fueron cometidos en nombre de una ciencia privada de moralidad. Los que votan por la autonomía de la ciencia frente a la ética, tal vez están marcados por una secularidad que se ha convertido en inmoralidad.

En el caso de España, el voto incondicionado a favor de la ciencia y de la técnica puede deberse también a la ignorancia de sus posibilidades y de sus riesgos. No todo lo que parece un avance lo es. El desarrollo no consiste solamente en el aumento o perfeccionamiento de medios técnicos. El progreso ha de ser integral, para todo el hombre y todos los hombres.

Son muchas las personas que han repensado su postura ante la ciencia y la técnica al ver los desastres medioambientales que ha producido una explotación inmoderada de la tierra. La ecología ha ido exigiendo cada vez más una ecoética. Algo parecido ha ocurrido a la vista de los pasos dados por la moderna biotecnología.

En este momento, las preguntas éticas se dirigen a los planteamientos económicos y financieros. El estudio científico de los mercados merece una revisión urgente. Las víctimas de la crisis la están reclamando a voces.

En su encíclica “Caridad en la verdad”, Benedicto XVI ha escrito que “la libertad humana es ella misma sólo cuando responde a la atracción de la técnica con decisiones que son fruto de la responsabilidad moral. De ahí la necesidad apremiante de una formación para un uso ético y responsable de la técnica” (CV 70).

José-Román Flecha Andrés

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