Al ‘pirómano’ de las Islas

No sé si serás capaz de leer esta carta, aunque -sinceramente- me da igual. Te juro que hago un esfuerzo serio para evitar el rosario de calificativos insultantes que me vienen a la mente cuando pienso en ti. ¿Cómo se te ocurre jugar a ser la “figura tenebrosa y destructiva” que estás siendo en los montes de estas Islas?

Te escondes detrás de disculpas. Te crees importante porque se movilizan muchas personas para corregir tu acción devastadora. ¿Te crees importante? Pues no lo eres. No eres creador de nada, sino destructor de todo. Esa es la diferencia entre lo humano y lo diabólico: el ser humano es imagen de la creatividad absoluta; y tú no eres más que una patética figura del odio inicial y envidioso de la obra del Creador.

Puede ser que los servicios y cuerpos de seguridad del Estado no te logren encontrar -ojalá lo hagan pronto-, pero ten en cuenta que ninguna de nuestras acciones quedarán impunes. Porque Dios -y me importa un pito si crees en él o no- se toma en serio la vida de las personas. Y no te quepa duda: o lo pagarás aquí o lo pagarás allá. Y te aviso que allá vas a saber lo que vale “un fuego”. Ese adecuado adagio que afirma que “recibirás de tu propia medicina” es adecuado para ti.

Con cuánta razón invitaba el anciano Juan Pablo II a crear una civilización de la vida y del amor. Y tú, con las acciones de tus manos, nos recuerdas que existe la civilización del egoísmo y de la muerte. Eres muy poco humano… Mejor: eres bastante inhumano. Eres el símbolo del lobo que tantas veces suele ser el hombre para el hombre. Me das pena.

Estas letras te las escribo desde el Monasterio del Cister, en la Isla de La Palma, mientras por la ventana entra la imagen de una columna de humo en la cresta de los montes de Mazo desde hace tres días. He oído a siete monjas pedir insistentemente a Dios por que ayude a bomberos y militares, a voluntarios y servicios forestales. Y piden, además, que Dios te perdone. Sí, “pirómano de estas Islas”; que te perdone Dios, porque a mí me cuesta bastante…
 
@juanpedrorivero

Comentarios

  1. aquí se hace y aquí se paga.....si Dios quiere....

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  2. No se podría decir mejor. Siento envidia de su aguante, aúnque entiendo su motivo, pero tampoco añadiría nada, al igual que tampoco quitaría, nada. Dios es justo...

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  3. Vaya por delante que la piromanía me parece de lo más reprobable y que lo único que sé de Juan Pedro Rivero es que un sacerdote “relevante” -aunque desconozco su cargo o el grado de esa suerte de “relevancia”- de la Diócesis. Dicho eso, no entiendo que un religioso se exprese desde su odio particular y en un tono que, por momentos, roza lo tabernario. O esa sensación me queda tras la lectura.

    Lo escrito sería para mí un comentario de lo más acertado si saliese de una pluma seglar, pero me cuesta concebir que un cura llegue hasta ese punto: tener ganas de entrar en calificativos insultantes, ese "¿te crees importante?", ese "me importa un pito" o los avisos y casi amenazas de mitad del texto, entre otra lindezas. Insisto: no entiendo que un religioso, con su ética y moral -o las que se les suponen-, escriba lo que acabo de leer.

    Quizá el problema es mío, por entender que los clérigos tienen que ser gente que, de verdad, juegan en una división diferente, tocados por un algo especial, cuando resulta que, a lo mejor, son "cada vez más humanos". Pero, si son tan "humanos" como el resto, ¿por qué tienen un galón más -que muchos se creen y aplican sobremanera, por cierto- en el mundo de la fe? ¿El motivo es una formación que el resto no tiene? Entonces, ¿ser sacerdote es una profesión a secas, como el abogado o el carpintero?

    Estas líneas improvisadas nacen, en gran medida y al margen de una discrepancia total del tono empleado, porque el verbo de este comentario me ha hecho recordar las formas de algunos curas de la Diócesis y me ha trasladado a unas cuantas escenas que he vivido en primera persona y que me enseñaron el lamentable aumento de religiosos afanados en hacer carrera y faltos de escrúpulos, dispuestos a juzgar a la ligera, mentir o descalificar. Porque, aunque me duele decirlo, hay no pocos que están totalmente desnortados, despreocupados por completo de sus parroquias y de toda labor pastoral, y muy pendientes de guerritas y chanchullos más propios de otras profesiones.

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    1. Muchas gracias por tu comentario. Siento que te haya disgustado el tono del artículo. Está hecho para la prensa (publicado por Diario de Aviso) usando el género literario epistolar y la metáfora como argumento. Soy tan humano como tú, por supuesto. Un aprendiz de cristiano que intenta ser testigo del Amor de Dios. Un amor mayor que yo también, por supuesto... Si te ofendí o hice recordar momentos negativos, perdóname. A mí me cuesta perdonar -como digo en el artículo-, supongo que como a todos, pero lo intento.

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  4. No me ofendió; simplemente no me gustó. Sí me agrada que me responda y el tono de la respuesta. No sé si de forma equivocada o no, pero esto se acerca más a lo que yo espero de un sacerdote.

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  5. Así nos gustan los curas, don Juan Pedro, ¡como el Señor Jesús! sin eufemismo y llamando a la cosas por su nombre...¡con valentía! Muchas gracias y un abrazo. (Enviamos a todos nuestro amigos)
    Mamen Montoro y Francisco-M. González

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